La leyenda de la Reina Quilama cuenta que la conquista de España por parte de los árabe se produjo debido a que el último Rey Visigodo, Don Rodrigo, se enamoró de una reina mora llamada Quilama. La historia habla de la última batalla del Reino Visigodo en el año 711 en Guadalete (Cádiz). Se cree que el Rey escapó con la Reina y el tesoro hasta llegar a tierras salmantinas, donde, en el año 717, hubo una batalla en Segoyuela, huyendo a Portugal el Rey Don Rodrigo abandonando a su amada en una cueva con el tesoro.
«Entre Quil y Quilete, Quilete y Quilama, hay más oro y plata que en toda España.»
Tras la muerte del Rey Witiza en el año 710 los visigodos entraron en una pelea interna por la sucesión entre el hijo de Witiza, Agila, y Roderico (castellanizado como Rodrigo). En el Sínodo de Toledo (capital visigoda) en el año 710 es elegido Rodrigo, por votación y no por derecho hereditario, como era la tradición, produciéndose una guerra civil entre ambos bandos.
El conde Olian (Don Julián), gobernador de Ceuta, última posesión bizantina del norte de África, era partidario de Agila y traiciona a los visigodos facilitando la entrada de los árabes en la Península Ibérica. Según cuenta la leyenda, su hija Florinda, conocida como La Caba (mujer mala en árabe), fue forzada por Rodrigo y de ahí la traición.
Los árabes entran al mando de 7.000 hombres comandados por Musa Ibn Ziyad, Rodrigo que se encontraba en el norte combatiendo a los vascuences se traslada al sur sin tiempo para preparar la batalla de Guadalete en el año 711. Durante la batalla y con los ejércitos desplegados, las dos alas visigodas, comandadas por Abba y Sisberto (hijos de Witiza) traicionan a Rodrigo facilitando la victoria árabe.
No se sabe si Rodrigo muere, pero la leyenda cuenta que logra escapar pasando por Toledo y se dirige a la Sierra de Béjar en Salamanca. Los rigores invernales le hacen desplazarse a la zona de Valero, donde construyen una fortificación, que por el grosor de sus murallas parece altomedieval. Esta zona es caliza y parece que construyó una serie de pasadizos por si tenían que huir. El moro Muza tras conquistar Toledo y Zaragoza vuelve a Salamanca y tras asediar el castillo desde la zona menos empinada con una máquina de asedio (Bastidas, de ahí el nombre de dicha localidad, que unido a otro asentamiento cercano con una serie de edificios llamados “cilleros” donde se guardaba el grano y que dio nombre al municipio de Cilleros de la Bastida nos muestran el origen etimológico de ambas localidades) en el año 717 en Segoyuela de los Cornejos se produce otra batalla. La toponimia del lugar con los Municipios de la Bastida (máquina de asedio) y cilleros de la Bastida (zona de despensa) confirman el asalto al castillo.
Don Rodrigo escapó dejando a su amada en una cueva con parte del tesoro del rey godo Alarico y se dirigió a Portugal donde entro en un Monasterio y según la Crónica Rotense en la ciudad de Viseu, hay una tumba que reza “Hic requiescit Rudericus Rex Gothorum”, afirmando que yacen allí sus restos mortales.
Parece que el origen de la Sierra de Quilama viene del árabe Al Quil ama que significa castillo de los amantes y no del nombre de una reina mora. En las noches de luna llena cercanas a San Juan hay quien dice que se oyen los lamentos pronunciados por el espíritu de esta reina mora, que permanece sujeta a un encantamiento y que aún espera la llegada de Don Rodrigo. En ocasiones la reina sale de la cueva por algún pasadizo y va a buscar agua al río Quilamas.
Inspirándose en las leyendas asociadas a la Reina Quilama, algunos escritores plasmaron diversas versiones de esta leyenda como Walter Scott con “La visión de Don Rodrigo”, Walter Savage Landor escribió “El Conde Julián” y Robert Southey “Rodrigo, el último de los godos”. También el norteamericano Washington Irving abordó este relato en sus “Crónicas moriscas: Leyendas de la conquista de España”.
Hay otras versiones que dicen que el Rey Don Rodrigo al huir de la Batalla de Segoyuela llego hasta Santibañez de la Sierra, donde está enterrado con su fortuna en la ermita de San Juan. También existen otras cuevas denominadas de la Mora en Garcibuey y Herguijuela de la Sierra, en las que se ha podido ver a la reina mora tendiendo la ropa en las proximidades. Particularmente en Herguijuela de la Sierra la leyenda cuenta que en esa cueva el señor de estas tierras enterró sus mejores tesoros: su hija y el oro. Parte del tesoro fue encontrado por el duque de Béjar que lo emplearía para montar las empresas textiles de la ciudad de Béjar.